René Valdés (Timoteo) y Darío Zuñiga , los fundadores del circo Timoteo se juntaron en el año 1968: René había consolidado su número de cómico en el papel de Timoteo, luego de desilusionarse del teatro; Darío amaba el circo desde niño, a pesar que su madre le prohibía verlo.
Eran los tiempos en que las Aguilas Humanas, el Buffalo Bill, el Tony Caluga y el Frankford arrasaban. Eran los últimos años de los convites, rito que desde 1850 precedía el show: verdaderas procesiones por las calles para publicitar las funciones. Todo los artistas avanzaban caracterizado a su personaje y las bandas tocaban los bronces con la cadencia del carrousel circense.
Después de integrar el elenco del circo Capitol bajo la dirección de la Tencho, unas de las
famosas hermanas Neira, le ofrecieron contrato en el circo Frankfort. René tenía las puertas abiertas para actuar su número de Timoteo. A Darío sólo le ofrecieron la boletería. Obvio, no acepto. Quería tener su propio circo.
Con cero peso armaron una pequeña compañia, negociaron el préstamo de una carpa llena de hoyos y partieron a su primera gira: a Requehue, en el interior de Pelequén. Era un verdadero circo “rasca”, como se les llamaban en la jerga. O circo pobre. O circo marginal.